Giusy Gil Mammana Parisi

El diario de Fermina: cap. VIII

2020-06-02 23:10:19

Aquí hay una palabra mui coloquial y muy típica: tarado/tarada, que entre amigos y familia se usa muchísimo con la expresión "Che, ¡tarado!" Mis primas de Buenos Aires la usaban a menudo. Fermina la usa para explicar lo que está haciendo, dice que lo fue. ¿Por qué? Sigan leyendo si quieren saberlo..

ARENAS MOVEDIZAS: acto segundo

Al fin y al cabo, la de mi amiga no es del todo mentira. Es verdad que su familia vive con los Romero, pero...Elisa solamente no entró en el pequeño detalle que únicamente ocupan una de las dependencias del edificio: las viviendas donde habitan los sirvientes. Saben, como ya les dije, el padre de Elisa es el jardinero de los Romero. Y su mamá es empleada doméstica. Pero le dio mucha vergüenza decir a sus nuevos conocidos ser hija de unos humildes empleados. Peor, estuvo con miedo de que el tal de Byron la rechazara por no ser una señorita de alcurnia. Por supuesto, esos jóvenes entendieron que Elisa fuese hija o por lo menos sobrina de los Romero y ella se los dejó creer. 

Pero lo que me afectó a mí fue el invito de Elisa a salir con ellos para la fiesta de inauguración del teatro escolar y yo, como una tarada, no me rehusé. Todo lo mío empezó allí. 

Peor, para evitar lo de las burlas por mi apariencia, como siempre acontece, hice lo impensable: como la escuela de estética ofrece descuentos especiales para sus alumnos que compran los productos de belleza, decidí gastarme toda la plata ahorrada desde mi niñez, que mis padres (y sobre todo mi abuela)me regalaron a lo largo de mis quince años. No es que fuera mucho dinero, ya os dije que mi familias es pobre. Pero tenía en cantidad suficiente como para comprarme todo lo que necesitaba para hacerme el contouring, de manera que mi rostro apareciera mucho más flaco. Sin embargo los descuentos de la escuela, por ser yo alumna de estética facial y peliquería, ayudaron bastante, así que hasta me sobró plata para también comprarme productos de alisamiento y styling. Quería quitarle a mi pelo todo el frizz y el espantoso volumen que tiene. Sobre todo ahora que parece un matorral, ya que pasaron pocos meses desde que me lo corté por quitarme el color verde y no creció aún lo bastante para que tenga algo de apariencia humana. Peor, cuando mi pelo solo tiene pocos centímetros, haz con que mi rostro parezca aún más regordete. 

Ahora no digo esto para jactarme, sino la verdad es que soy muy buena en mi curso. Tengo que admitir que después de mi "sesión" de maquillaje y peluquería, aunque fuera objetivamente imposible quitarme del todo los mofletes sin ninguna cirugía o el pico de viuda que infelizmente tengo en la coronilla, el cambio fue milagroso. La tez de mi rostro estaba uniforme y sin razgos de imperfecciones. Mis cejas, que oportunamente había diseñado para darles una forma bien angulosa y desviar la mirada de mis labios gruesos y carnosos, me habían regalado otra apariencia. Y mis mejillas, después del contouring parecían, no digo del todo flacas, no, pero sí bastante normales. El alisante para el pelo me lo había dejado como siempre soñé: liso y suave. Verdad que mi cabello en ese momento no estaba suficientemente largo como para hacerme un corte chanel moderno (y bien habría podido hacérmelo yo misma, así como ya me lo había cortado para quitarme todas las mechas verdes, al fin y al cabo estoy estudiando de peluquera y estetista facial, ¿no estoy?), pero sé que no se puede tener todo en la vida. Como toque final, me había puesto mi mejor traje, lo que siempre guardo para el domingo: una camiseta blanca con el cuello y las mangas cortas con encajes, unos pantalones de tela negros, largos  y rectos y mis mejores zapatos tipo merceditas negras con taconcitos de unos centímetros, para, como no, parecer un poco menos...pitufo.