Stiven cruz

Soportar y sobrevivir

2021-02-02 14:40:58



Querida persona que lee,Espero que hayas tenido un buen año.El deseo es genuino, por supuesto, pero escrito así tiene más sentido para alguien que lo lea dentro de algunas largas décadas y tenga que preguntar qué era eso que había pasado en el 2020. “Ah, sí, eso. Uh”.

Querida persona que lee,
Espero que hayas tenido un buen año.
El deseo es genuino, por supuesto, pero escrito así tiene más sentido para alguien que lo lea dentro de algunas largas décadas y tenga que preguntar qué era eso que había pasado en el 2020. “Ah, sí, eso. Uh”.
No soy precisamente el tipo de persona que baja la vara para estar a la altura. Primero porque con un metro sesenta rara vez estoy a la altura de nada, y segundo porque hay algo de fraudulento en hacerlo. No, hay que dar en la tecla, encajar en el molde, estar a la altura, a como dé lugar.
“Espero que hayas podido llegar a esta altura del año” parece ser un deseo un poco más amable y ajustado. Ojalá notes que no agregué ninguna otra observación. Nada de “en una sola pieza”, “con algo de energía” y por nada del mundo te sometería a esa extenuante lista de perversos deseos: “Espero que hayas terminado tu año habiendo aprendido algo nuevo”.
Mi más sincero deseo es que hayas logrado sobrevivir. Incluso si lees esta oración casi sin aire, apuntando y disparando hacia atrás sin mirar, con la frente llena de sudor y barro pero mirando hacia el horizonte, que todavía falta. “Hasta el borde del universo y de regreso. Soportar y sobrevivir”.
Cuando el psicólogo Norman Garmezy se propuso investigar por qué algunos niños a pesar de la adversidad resultaban no salir tan mal, se encontró con un caso particular.

“Tenía nueve años, madre alcohólica y padre ausente. Cada día, llegaba a la escuela con el exacto mismo sándwich: dos rebanadas de pan sin nada en el medio. En casa no había otros alimentos disponibles ni nadie para prepararlos. Aun así, según recuerda Garmezy, el niño quería asegurarse de que «nadie sintiera lástima por él y nadie conociera la ineptitud de su madre». Cada día, sin falta, llegaba con una sonrisa y un ‘sándwich de pan’ en su bolso”.

Este niño era parte de un grupo, el primero de muchos, a quienes Garmezy identificaba como exitosos, incluso sobresalientes, a pesar de sus circunstancias increíblemente difíciles. Al rasgo que estos niños exhibían Garmezy lo identificaría como “resiliencia”, la palabra de la que todo el mundo parece estar hablando.
Lo peculiar de su investigación es lo esquivo de su objeto: estudiar la resiliencia es especialmente desafiante porque solo se puede decir si alguien la tiene o no en gran medida de acuerdo a la forma en que se desarrolla su vida, y no en virtud de algún examen psicológico. Es decir, si alguien tiene la suerte de no experimentar ningún tipo de adversidad es imposible saber qué tan resistente es.
Es decir, este año ha sido —involuntariamente— el experimento psicológico a gran escala más ambicioso del mundo.
Antes de Garmezy, la mayoría de las investigaciones sobre traumas y eventos negativos se enfocaban en las áreas de vulnerabilidad, aquellas que hacen que las personas sean más susceptibles, y no en las áreas de fortaleza. Estas últimas, los “factores protectores”, suponen elementos de la personalidad de una persona que facilitan el éxito a pesar de los desafíos que se enfrentan. .... Espera segunda parte 

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