Clara Mericy Quiroz Mejía

Rebeca le avisa a su hermana Fabiola que ya está lista. Ella asistiría a la fiesta de cumpleaños de una de sus compañeras del Colegio Santo Peregrino, uno de los más costosos y de mayor prestigio en la ciudad de San Bernardo. Ingresó a éste por medio de una beca, que obtuvo gracias a su alto rendimiento académico. Rebeca González Rivera siempre fue una niña muy inteligente y destacada. A sus 16 años ya dominaba tres lenguas extranjeras: el italiano, el inglés y el francés, además de su lengua de origen, el español. Su familia, de clase media, no podía darse el lujo de derrochar dinero a manos llenas, hacer viajes por el mundo, fiestas ostentosas, comprar autos lujosos como lo hacía la familia de sus compañeras del colegio. Rebeca nunca sufrió discriminación alguna, era muy lista y no se dejaba intimidar de nadie. Se hizo de amistades con mucha rapidez y, por su alarmante belleza y su agradable manera de comportarse, los chicos siempre trataban de cuidarla. Era alta, de piel morena clara, ojos verdes, cabello castaño ondulado hasta la cintura. Poseía un cuerpo con muy buenas proporciones. Aunque ella siempre andaba preocupada por las cosas materiales, a pesar de mostrar su mejor cara y su mejor sonrisa en todo momento. Ambicionaba tener un futuro promisorio, aunque pensaba que faltaría mucho para ello, necesitaba culminar el bachillerato y hacerse de una carrera universitaria. Ella consideraba que ese hecho tampoco le garantizaría tener la vida de lujos que ella tanto anhelaba. Sabía que, hoy en día, las carreras eran muy mal pagadas, y que debía pertenecer a una familia de alcurnia para gozar los placeres de una vida sin privación. Tampoco deseaba matrimoniarse con alguien de dinero para lograrlo, porque sólo se convertiría en una esclava rica y a ella le encantaba sentirse libre y dueña de su vida, y si se casaba con alguien lo haría porque sería el amor de su vida. Por otro lado, ella también estaba consciente que no todo era perfecto en el mundo de los ricos. -Rebeca, no podré pasar a recogerte al terminar la fiesta. Tengo un compromiso esta noche. Le dijo Fabiola, mientras se comía una bolsa de nuez de la India. Fabiola González Rivera era la única hermana de Rebeca, una pelirroja de 23 años desempleada y recién egresada de una escuela de arquitectura. Ella también era muy bonita, ojos verdes, estatura promedio y de piel muy clara. Esa noche saldría con su novio Roberto Samaniego y unos amigos a cenar. Fabiola ya había tenido varios novios antes que Roberto. Cambiaba muy rápido de novios y le incomodaba que la cuestionaran sobre sus rompimientos. Tenía un temperamento muy fuerte y era bastante independiente. -No te preocupes, por eso no habrá problemas. Ya quedé con Carla y me traerá de vuelta el chofer de su casa. - ¡Estás hermosa, enana! - Y más alta que tú, por cierto. Rebeca detestaba que su hermana la llamara enana. -No importa. Siempre serás mi enana; aunque hayas crecido tan rápido. Rebeca lucía un vestido rojo vino ceñido al cuerpo el cual resaltaba la divinidad de sus curvas bien definidas y cuidadas. Se había hecho un peinado recogido y se maquilló ella misma a la perfección. Mientras sus amigas derrochaban dinero sin reservas en los mejores centros de belleza y con los estilistas más reconocidos de la ciudad, ella se convertía en su propia estilista. Ella disfrutaba hacerlo, de hecho, en varias ocasiones, sus amigas le pidieron que las maquillara porque les gustaba cómo ella se arreglaba. Y ella hasta había pensado abrir un canal en YouTube sobre maquillaje y cuidado personal, pero no disponía de mucho tiempo para dedicarse a ello. Debía enfocarse, básicamente, en aprender más idiomas y prepararse para ser una excelente profesionista. Continuará...